Cada vez que por casualidad del destino nos encontrábamos, por mi corazón y por mi cuerpo recorrían una serie de sensaciones distintas. Ambos sentían esas ganas incontrolables de ir corriendo hasta tu lugar (porque siempre nos separaban, para mi, unos intemrinables metros) y tomarte la cara y gritarte, para que lo escuchen hasta tus ojos, que te quiero y que cada día extraño un poco mas tus besos, tus gestos, tu risa, tu voz, tu forma de andar, tu manera de ser ante todo y todos, todo lo que venga de vos.
Hasta que te encuentro y me animo a dar el primer paso (porque sé que vos nunca vas a darlo... antes creía que era por orgullo, después creí que preferías que lo hiciera yo para elimentar tu ego y, ahora, simplemente creo que podés seguir sin que demos ni un primer ni un segundo paso), hasta que logro vencer a mi razón y dedicarme a seguir mis sentimientos, no pasa mucho tiempo.
Cuando de alguna forma logro recorrer esos metros, una ola de nervios pasan por mi corazón y mi cuerpo. Espero ansiosa tu respuesta, cualquier indicio que me indique que reaccionas positivamente, o a mi favor.
Gracias al destino y a mis incontables promesas, logro tenerte nuevamente y ahí es cuando todo mi ser se llena de felicidad, de alegría... volver a sentirte es no perder las esperanzas de tenerte a mi lado por siempre y lograr tirar los obstáculos que la vida nos puso en el camino y que ambos tratamos una vez de derrumbarlos...
Pero ese sentimiento de esperanza acababa rápidamente.
Mientras mi corazón y mi cuerpo se sienten abatidos y podrían estar toda la vida así, besándote y tocándote, mi maldita mente empieza a funcionar y a pensar que no va a volver a haber otro momento igual, que es la última oportunidad que nos da la vida de armar un solo destino, que ya no vas a reaccionar a mi favor.
Mientras te beso, me pregunto qué es lo que sentís vos, qué es lo que pensás. ¿Soy sólo la que disfruta del momento y a la vez siente que nunca mas va a ser igual nada?
-x7-